Mi insegura tartamudez con el tiempo se ha ido ahogando y,
más que un trastabilleo de palabras,
consigo se ha llevado la tormenta que predecía a esta calma.
El silencio abruma en mis adentros,
pero no más que no se note por fuera.
Las letras ya no cambian de color.
Los pensamientos no fluyen.
Y hay palabras que ni recuerdo pronunciar.
Pero sin embargo, ahí estás tú.
Presente.
Si no cada día, cada noche.
Desnuda.
Sin rostro ni gestos. Me miras y observas.
Pero no dices nada.
Y de nuevo te vas.
Otra vez sin palabras.
Otra vez sin explicaciones.
Otra vez sin ti,
hasta que vuelvas a besar.
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