Era incapaz de alimentarse solo,
necesitaba de otra mano que le alimentase primero,
para después hacerlo él.
La indecisión
entre cuchara y tenedor
traía frío a su comida
Hasta que la tiraba
por congelación.
Nunca supo decidir entre manjares.
Todo plato le daba hambre,
y aún así,
moría cada noche de inanición.
Muestra intachable de tristeza
que en pleno uso de sus facultades
para comer necesitase
de otra mano compañera.
Su vida continuaba como si nada
hasta comprender que
por sí solo
no es que no comiera
por sí solo
es que no amaba.
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