Pruebo a darle nombre
a las cosas que no existen
para hacerlas existir.
Nacen así los taldos,
las rútidas y el grafán.
Nacen así los mantelos,
las pérculas y el rugón.
Níntalo.
Limpe.
Subal.
Creo así las palabras
de un mundo nuevo
que sustituya al anterior.
Crátila.
Munto.
Ternil.
Pruebo a darles nombre
a las cosas que no existen
para hacerlas existir.
Darles nombre y existencia,
para tapar con su presencia
el dolor de las que existen.
Nacen así las gajas,
los rímulos y el cotén.
Nacen así las tedas,
los quépines y el gajín.
Trúntero.
Piarta.
Bomún.
Creo así las palabras
de un sentimiento interno
de respiración laxa.
Rálada.
Serti.
Soñel.
Pruebo a darles nombre
a las cosas que no existen
para hacerlas existir.
A evacuar con su existencia
el dolor de las que existen.
Ardua tarea de un alma empecinada
en cambiar el nombre a las cosas
cuando sus ojos no las quieren ver.
Pues tiene buena pinta esto del 2016. Por mi parte he estado pasando a un archivo agendas. La última que ha entrado en ese archivo, y despues en.el contenedor de reciclaje del papel, ha sido la de 2003.
ResponderEliminarEs curioso como se reconoce uno a traves del tiempo y, a la vez, se encuentra tan distinto.
¡Sí, es exactamente eso! Una mezcla de nostalgia y entrañamiento.
EliminarSi los textos son como los vinos, los de esa agenda de 2003 deben saber a añejo ya!
Algunos son vinagre del que no sirve ni para ensaladas.
EliminarMe encanta, compañero. Ingenioso, con ritmo y un mensaje conmovedor. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMe encanta, compañero. Ingenioso, con ritmo y un mensaje conmovedor. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias por tus palabras, Johana! Me alegro de que te guste.
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