A veces cometo el error,
grave error, de parar
a hacer autocrítica.
Y en una de esas ocasiones
cometo el error,
grave error, de pensar en
el problema de vernos
como dos terrenos separados por
una inmensa pared rocosa de altura titánica
-unos arriba, otros abajo-
en lugar de observarnos como
el reflejo de las dos caras
de un mismo espejo.
Opuestos: sí; distantes: quizá;
pero a la misma altura.
En ese preciso instante
me fijo en el reflejo, en los
del otro lado y en su mirar hacia abajo,
como quien mira
desde arriba.
No desde el reflejo.
Entonces me da por pensar
que en verdad he errado,
desando el camino
y sigo mirando hacia abajo.
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