Una ciudad de duendecillos
piel verde agua estancada
y ojos amarillo limón
vive a costa de mi aire
pendientes de mi respiración.
Una ciudad de duendecillos
alegres y contentos
con peces de colores
que nadan
en el mar de la desesperación.
Una ciudad de ambigüedades
creciente en luna creciente
y mengüante en luna nueva.
Una luna nueva de ciudades nuevas
mengüantes en viernes tarde
y crecientes en domingo amanecer.
Una ciudad de duendecillos
durmientes y bellas
vivientes sin ton ni son.
Una ciudad que crece
cuando la presión aumenta
y decrece en la laxitud de
las responsabilidades.
Una ciudad de duendecillos
que bailan
y cantan
y beben
y duermen
cuando no tienen que dormir,
ni bailar,
ni beber.
Una ciudad de duendecillos
que gritan ahogados
para pedir más agua.
Una ciudad de duendecillos
hechos
a mi imagen y semejanza.
Un ídolo dorado
en el centro de su plaza
un ídolo adorado
con vítores,
y mi cara.
Pues yo soy el culpable.
Yo soy su creador.
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