miércoles, 20 de julio de 2011

Resurrección

Camino despacio, en perfecta armonía entre aire, arena y agua, bajo el radiente sol de agosto. Cegado por su luz, retrocedo en busca del fresco cobijo que da la sombra.
A lo lejos, una gigantesca roca se alza majestuosa a los pies del acantilado. Corro hasta alcanzarla y me oculto tras ella.
Y ahí estás tú, serena frente a mí. El mar de fondo y la arena mojada bajo mis pies.
Una fuerte brisa se levanta, ondeando tu cabello al viento.
Mi nariz aguanta la respiración, pero tu piel emana ya el dulce aroma del deseo.
Amagas el habla. Mis oídos evitan tus palabras, pero tú ya susurras canciones al viento con el suave vaivén de tus labios.
De nuevo, la brisa marina me acaricia en la nuca. Se me eriza la piel.
Bajo los párpados, suspiro, y los vuelvo a subir.
Sonríes. Me sonrojo. Mis ojos rehuyen tu mirada, y los tuyos..., los tuyos en un continuo intento de eclipse me atraviesan cuál espada, dividiendo mi pecho en dos: tu parte y la mía.
En ese mismo instante, me rindo ante tus pies. Sin mediar ninguna palabra, te rodeo con mis brazos y aprieto para evitar que te escapes, sin darme cuenta de que tú aprietas más fuerte aún.
Murmuras algo en mi oído.
<<Jamás te soltaré>>.
Un pequeño río de agua salada asoma por mi mejilla. <<Te quiero>>. Me besas...y despierto.
Despierto, una vez más empapado en sudor y lágrimas.
Despierto una vez más en el banco de madera blanca frente a ti.
Como de costumbre, me levanto a duras penas -los años no pasan en valde-, me acerco a ti, te beso y me despido.
<<Hasta el domingo que viene>>.

lunes, 18 de julio de 2011

Carta al poeta

Caminando desde el norte al sur del sur de mis cavilaciones, disfrutando del amplio abanico de colores con el que un atardecer de carretera secundaria te puede deleitar, comienza a sonar una canción en mis oídos, sólo en los míos, retumbando hasta en el más recóndito escondrijo de mi pensamiento, dejo que el vello se me erice hasta el punto en el que la plenitud de mi espalda sea recorrida por un inmenso escalofrío; y es que, me inquieta terriblemente que hables tan perfectamente de mi presente desde un pasado en el que mi existencia se me antoja dudosa.