Al pensar, ¿miento?

¿Recuerdas aquella vez que tu madre te regañó por no estudiar y tú te encabezonaste en que sí lo hacías? Sabías que no llevabas razón: mentías.
¿Y aquella otra que te pillaron copiando del compañero de al lado en el examen de literatura y alegaste "estar pensando la respuesta"? Aprobaste pero... mentiste.
¿Qué tal cuando, a los 15 años, te pillaron tirando a la papelera parte de la propaganda que te tocaba repartir durante toda la tarde por unos míseros 20 euros? "No... verá usted señor jefe, es que... me iba a... a atar los cordones y no... no quería poner los folletos en el suelo y bueno..." Chaval, te han pillado, no mientas.
¿O cuando te enamoraste de tu amigo/a, y a las habladurías y rumores de la gente contestabas con un "nah, sólo somos amigos"? Mentira.

Pero... ¿qué pasa cuando estas situaciones, y millones más que os habrán venido a la mente, no ocurren en el ámbito social, sino en tu propia cabeza? 
Una sucesión de síes y noes que rebotan en tu cráneo formando una interminable maraña neuronal incapaz de resolverse por sí misma.
La búsqueda del motivo para enfadarte por el simple hecho de que te apetece enfadarte con cierta persona o cosa.
La autonegación constante. El quiero pero no creo poder. El puedo y podría y me vendría bien, pero no quiero ni querría que me viniese bien.
Las mil y una razones que aparecen en tu pensamiento para no olvidar. O para intentar hacerlo.

¿Te suena de algo?
A mí sí: yo, al pensar, miento. 

Y si te suena alguna de ellas, tú también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario