domingo, 16 de octubre de 2016

A Carmen

Lloraba premonitoria la mañana
de un 12 de octubre
la llegada de un otoño tardío
a nuestras calles.
Entre los aguaceros y los chuzos
que de punta caían,
emanaba el calor del asfalto
despidiendo lastimero
los últimos esbozos
de un verano eterno.
La maquinaria de la vida
lanzaba sus dados una vez más.
Respira, niño, no es tu momento.
Y en la explosión de alivio
surgió como humo hiriente
la carta que marca
el destino de un alma en pena.
Azucenas crezcan en tu
camino, Carmen, hacia la paz eterna.

lunes, 3 de octubre de 2016

Dentadura postiza

Hubo un largo otoño largo
bailando entre cordeles de acero
de un hilo dental oxidado,
y fue el largo otoño
más largo jamás vivido.
Sus púas hablaban del viento
viajando del norte y
trayendo consigo viento
y solo viento en sus alforjas.
Hubo un papel mojado
en la esquina de cualquier iglesia
anunciando entre esqueletos
la lluvia empecinada de sus letras.
A sus hojas rasgadas de horas
las mecía una loba
de postizo pelo y
postiza su dentadura.
No había playa seca en ese otoño,
pues caían colmillos en la arbolada
si aúllaba el gallo cuando el mes pasaba
y el largo otoño largo seguía.
Hubo un otoño largo
de nubes tardías con prisas
de conejo carcelero.
Sus látigos de tierra verde cantaban prestos
a mi garganta las ínfulas rojizas
de una triste melodía,
y danzaban perros en el tejado
con erizos de pelo lacio.
Hubo al amanecer un alboroto de cielo roto
y roto el cielo cayó por la escotilla el sol
a preguntarme por la lluvia.
Hubo un largo otoño largo
-le dije-
donde no brotaba agua si no era sobre el techo.
Pero sigue lloviendo allá en tu casa
-contestó-
Sí, es cierto.
Pero vuelven mis dientes ahora,
al menos,
a recobrar su claridad.

(A mi madre, feliz mediavida -con unos días de atraso-).