jueves, 27 de noviembre de 2014

Ven, acompáñame.

Partamos desde la idea de que nada es infinito. Lleguemos al más allá con ese mantra como escudo ante recursos irrefutables. Atravesemos a los pusilánimes de la verdad. Follémonos a la relatividad de sus gestos adustos. Al absolutismo de sus miradas. 

Démosle a lo abstracto la oportunidad de emocionarnos. Que una cara cuatro-ojos dos-narices nos diga cuáles son los cánones de belleza a superar, cuáles los de fealdad a seguir, y hagámosle caso pese a lo contradictorio de seguir algo que te aleja del propio canon en sí. Ya seguiremos después por donde nos salga de los abrazos.

Luchemos contra viento y marea, contra Perséfone y Caronte. Que nos abandonen al más profundo recodo del río Aqueronte cuando nos sobrecoga el frío de nuestras caricias. Ahoguemos nuestras alegrías en cerveza, que no salgan de ahí. Emborrachémonos con el fervor de un niño ante una nueva atracción, y lancémonos de cabeza al oleaje de inspiración de una playa en invierno. 

Matemos al tiempo sólo por no matarnos nosotros a besos y, aún así, destrocémonos los labios a golpe de ombligo, clavícula y pezón, de espalda y bajovientre. Resucitemos cada mañana, cada tarde y noche, cada lo que sea, entre sábanas sudadas y colchones desvencijados. Culpemos al gato del ruido. Al viento de los golpes. Al televisor del murmullo de nuestras sonrisas. Culpemos al amor de la poesía, y viceversa. Hagámoslo otra vez enfrente de la policía. Terminemos en ese cuchitril llamado ascensor, con ese sube y baja tan representativo de nuestro convivir, y salgamos escupiendo estrofas de Salinas a la calle. Llamemos a los telefonillos de toda la ciudad, contestemos con la contraseña abrepuertas infalible "¡Abre, soy yo!", y estampemos una tarta en sus caras por cada puerta abierta.

Dejémonos acompañar por perros y gatos, por pájaros con gastroenteritis cerebral. Paseemos por el centro del boulevard y escuchemos el agrio sonido de los coches al pitar. Cojámonos la mano sólo para apartarnos del camino de los transeúntes alienados, de los bebés agasajados y los viejos sabios sobrevalorados. Pisemos una losa sí, y dos no. Cambiemos las reglas del juego en cada esquina, y tropecemos con nuestros propios sueños al cruzar. 

Tropieza conmigo y bésame. Vuélame los sesos en tu sonreír. Hazme de nuevo volar el cielo entre eléctricas explosiones de este tormentón de verano. Volemos juntos la ciudad, y sobrevivamos al clímax de nuestro efímero ser y estar.

Partamos de la idea de que nada es infinito el in y quedémonos con lo finito: nuestra vida. Vivámosla como nos salga de los versos.

Ven, acompáñame.

martes, 25 de noviembre de 2014

Un minuto más

Un minuto más,
si tan solo tuviera un minuto más,
le diría que aún le quiero.

Tan solo un minuto,
y juro por Juanito,
por Adrián,
por nuestra bella Aurora,
que resumiría todo mi sentir.

Un único minuto
y sería capaz de contarle
que sí,
que me acuerdo de los veranos
en casa de sus padres
y que sí,
que esas noches de besos escondidos
fueron las mejores de todos mis días.

Sesenta segundos:
eso tardaría
en recordarle nuestro viaje a Noruega,
el frío compartido en las noches junto al mar,
los veranos en la sierra
y las copas de vino que derramamos queriendo
y sin querer.
Sesenta segundos para
mostrarle los logros de nuestra hija mayor,
la familia formada por el mediano,
y la alegre simpatía del pequeño.

Un minuto más,
si tan solo tuviera un minuto más,
le confesaría que fue el amor de mi vida,
pero que no lo será de mi muerte.

Descansa en la paz que no me diste.

jueves, 20 de noviembre de 2014

La necia necesidad

Cuando el ocio ahoga
y aprieta el aburrimiento
el tiempo cede cual gomilla,
se estiran los segundos
y se estremece el reloj en mi espalda.

Nace entonces la nece(si)dad de ti,
sobran los motivos para abandonarme al son de la nostalgia
y faltan razones para no mirar hacia atrás.

Las paredes se vienen abajo,
encierran las luces
y los vientos
y asfixian al pobre de mí
que se encuentra abotargado
en un gesto genuflexo.

Se establece entonces la nece(si)dad de ti,
se beben los inútiles los mares por uno sólo de tus besos
y claman al cielo que nunca más de ti pasarán hambre.

Mas no tienen la llave,
no la cerradura.
Tienen sueños, sólo eso,
ilusiones etéreas
de un futuro tan incierto
como improbable.

Perdura entonces la nece(si)dad de ti,
se reconstruyen los techos del crepúsculo a la luz del alba
como si la necesidad fuera necesaria y la necedad intrascendente.

Y mientras tanto yo,
amo y señor de este castillo,
guardo con recelo
las menos de mil pero más de una noche
que aletean fervientes en mi pecho
esperando que esta necia necesidad de ti
abandone el cuerpo que tú ya abandonaste.

Desaparece entonces la nece(si)dad de mí.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Ojos

Se me llenan las miras
de ojos
y ninguno es suficiente
para hacerme ver
lo necesario de su existir.

Busco entre ellos
el iris que me lleve
al caldero al final de su arco,
y no entiendo que,
sin ser daltónico,
también se puede confundir colores.

Sus pestañas me abrazan
en cada abrir y cerrar de párpados,
mas yo, lágrima salada
de río dulce,
me dejo arrastrar por sus penas
y alegrías,
sin saber que ninguna
son suyas,
sino mías.

Y claro, ahora a ver quién me hace a mí entrar en razón.

martes, 11 de noviembre de 2014

Amor etílico

Así como giran los coches en una rotonda desgastada,
con la parsimonia del que va sin prisa porque nada tiene que hacer,
el vaivén de los pasos en contra de su propia voluntad,
los sentidos adormilados, atontados, empecinados en servir de algo,
la mente abotargada, borracha de movimiento curvilíneo no uniforme,
la embriaguez de las palabras bebida en sorbos de etílico dulzor.

Ebrio en todo momento,
así lo hacía sentirse ella.
Y así buscaba él sentirse cada noche al salir del bar.

Odiaba a los que le instaban a dejarlo:
"beber para olvidar no te hará mejorar".
Estúpidos,
yo no bebo para olvidar,
yo bebo para recordar.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Otoño

Camino a la nada,
a la más sabia nada.

La que por longeva
más experiencia acumula
en sus verdes canas.
(Fotografía de: http://goo.gl/glPkFw)

La nada perenne
de otoños sin luz.
La que de marrón pinta
la madera del ataúd.

La Nada que,
con su inexistencia,
demuestra el Todo
de su procedencia.

Aquí hubo vida,
dice.
Aquí hubo luz,
nos muestra.
Aquí,
donde yo estoy,
donde algún día
llegarás tú,
yace el verano.

Aquí yace mi juventud.