lunes, 30 de junio de 2014

Y qué si el pecho nos oprime
Y qué si las horas no pasan
Y qué si tú, si yo, si nosotros
no nos entendemos.

No es tiempo de mirar alante
mejor contar con los dedos
los días que no pasaron
las noches que se esfumaron

Y qué si tú sin yo, si yo sin tú

El mundo se pudre
los polos se derriten
y millones de gente
se mueren de hambre
Y nosotros nos pensamos

Y qué si mi mente no cesa
Y qué si no tengo ya consciencia

No hay recoveco de mi ser ya que no te sienta
no hay hueco en mi forma de ver lo cierto que no te mienta
no hay forma de sentir como siento
y no morir en el intento.
No, lo siento,
no aguanto más este tormento.
O lo dices, o reviento.

viernes, 27 de junio de 2014

Masoquismo ilustrado

¿Habéis probado alguna vez a introducir la uña de un dedo en cualquier pequeña herida que os hayáis hecho?
Veréis, tengo un cortecito en el dedo índice, el de señalar, el de indicar el camino que seguir. Un corte en toda la yema del dedo que me corta en dos la huella dactilar, esa huella diferente a cualquier otra, inherente a mí desde que nací, la que me identifica como yo y no como otro.
Tengo un cortecito, como decía. Y por pequeño que sea, sangró bastante al hacérmelo. Fue de la manera más tonta, sin verlo venir ni desearlo (¿se pueden desear los cortes y heridas?), como el que no quiere la cosa, llegó y se posó en mi dedo índice, el de señalar, el de indicar el camino que seguir, y se hizo corte divisor en toda la yema, dividiendo en dos la huella dactilar, la que me personifica.
Tengo un cortecito, repito. Y por pequeño que sea, duele y escuece por dos. Cada vez que miro el dedo índice, con el que pido las cervezas, lo veo ahí, abierto, dividiendo mi ser yo en dos, y siento una punzada impropia del tamaño.
La cosa es que no se cierra. Lo miro y, no sé si es por el uso que le doy al dedo índice, con el que escribo las letras Y-H-N-U-J-M y los números 6-7 de este teclado, con el que ando seleccionando archivos y enlaces, programas y planos en el ordenador, está abierto, no se cierra. Permanece ahí, abierto, como dos labios incitando al beso.
He intentado cerrarlo apretando fuerte, oprimiendo el centro del corte para obligar al sistema circulatorio de mi cuerpo a hacer su labor de cicatrizar. He intentado aplicarle saliva para crear una fina lámina traslúcida que, al menos, disimule la herida y me impida verla, no sé: ojos que no ven...
Pero no se cierra. Ahí sigue el cortecito, orgulloso y digno vencedor ante mis deseos de cerrarlo. Así que la desesperación ha llevado a la imaginación, y la imaginación al hecho.
Y he introducido en él la uña del otro dedo índice, el que le ayuda a señalar, el que pide dos cervezas en lugar de una, el que escribe las letras T-G-B-R-F-V y los números 5-4.
Y ha dolido. Joder que si ha dolido. Por un momento he creído vivir en una de las películas norteamericanas de inmensos presupuestos gastados en efectos especiales, y he sentido cómo una especie de campo de fuerza, onda expansiva incluida, ha empujado la uña fuera del recoveco de mi dedo índice, provocando en su hacer un fuerte escozor, una ardiente punzada de dolor.
Pero me ha gustado.

lunes, 23 de junio de 2014

Polvo somos.

Mierda, ¿ves? Ahora no puedo parar.
¿Cuántos llevamos ya?
Se nos ha hecho de día.
Se nos ha hecho de noche,
y de bis a bis, han pasado amaneceres,
atardeceres,
y anocheceres
perdido yo en tus pupilas.

Han pasado Lunas nuevas,
Lunas llenas
de ti, de mí.
De tu sexo y el mío.
Del puto deseo.

Nos han pasado días por encima,
meses incluso,
y aquí seguimos, 
hundidos en este frenético vaivén de tempos.

Las energías no cesan,
nuestros cuerpos no pesan,
evaporados andan
sobre el calor de la fricción.

Que no,
que esto no es joder,
que esto no es follar,
esto va más allá.
Esto no es hacer el amor por mucho que los versos se empeñen.
Esto NO-ES-NOR-MAL.
Te lo vuelvo a comer
Me la vuelves a chupar.
Y nos corremos otra vez
Y otra más
Y más fuerte, y más rápido.
Y venga más ¡joder! Y venga más ¡sí hostia!
Y otra embestida más
Y otra puta vuelta
Y un mordisco, y dos, y tres
Y no pares por Dios
                     por Buda
                         por Alá
                            ¡¡¡POR-FA-VOR!!!
                                 ¡¡¡Que esto no acabe jamás!!!
¡¡Mierda!! ¿Ves?
Ahora no puedo parar: ¿qué, echamos otro más?

miércoles, 18 de junio de 2014

Esquizofrenia desorganizada

¿Por qué?

¿y por qué no?
llevo ya distancia recorrida
sin que los tiempos me abran puertas
sin que el teclado sangre de estupor al verme
sin que las ventanas griten al asfalto sus por qués

¿Qué?

qué no, quién
porque no hay día, ni noche
hay quién
y sin quién no hay nada más

¿Cómo?

cómo no, cuánto
mucho, muchísimo
más incluso de lo que me gustaría aceptar
más incluso de lo que podría soportar

Pero... ¿cuándo? ¿dónde?

pero a ver,
¿qué importan el tiempo, el espacio,
y cualquier aire que no remiende vientos
en calidad de-sas-tre
de sus versos enlatados?
sepa usted que el cuándo se suma al dónde
y se anclan sendos,
pluma en mano,
a las 11:34 de la noche en sus caderas
como si al mañana le importase el ayer,
pero sin hacerlo

En definitiva, la mató usted porque era suya.

la maté sí,
pero porque no era mía

Nada más que añadir señoría.

Se cierra la sesión, queda visto para sentencia.

martes, 17 de junio de 2014

Y
jamás
estarás
más seguro de que alguien
te quiere, si cuando
dice Teodio,
captas la mentira
sin ver      sus ojos

martes, 10 de junio de 2014

Variedades III

La sensación de un mono de zoo.
La de pupila en nuca.
La sensación de espía perfecto
escondido entre pecho y espalda.
Palabras infundadas
por verdades semi-filtradas.

¿Quién me ojea en mi rincón?
¿Quién otea y expande mis horizontes?
¿Quién me tapa los ojos,
y aún así me deja ver?

Aciagos días para la privacidad,
nada nuevo que mostraros.
Aciagos días para los secretos,
para la felicidad,
para los sabios,
y la mediocridad.

Aciagos días para los días
para el tiempo en su definición como "paso del".

Los días corren a mi antojo.
Las horas en mi contra.
El sueño corre de mi parte,
y las ilusiones por el barro.

Llaman a la puerta y no sé
si es el viento que empuja
o las mareas que me guían.
Llaman a la puerta y abro
deseoso de encontrarme con el fuego,
mas no hago más que morder el polvo.

¿Sabes?
Una muerte dulce
nos alienta a vivir rápido
y besar despacio.
Como si los suspiros
aconsejasen cerrar los ojos
en pos de un supuesto razocinio sentimental.
Pero es la vida
la que nos mete prisa en los besos
y nos incita a la pereza en soledad.

¿Qué quieres que te diga,
si todo te lo he dicho
y aún así me queda todo por contar?
¿Qué quieres que te cuente,
si lo que cuento ahora
no sigue un orden lógico
ni ordinal?
¿Qué le digo yo ahora a mi madre
cuando pregunte cómo estoy
si es que ya ni siquiera sé estar?

Nada.
Nada por aquí, y nada por allá.
Nada como si te fueses a ahogar.
Nada, como si te estuvieses ahogando.
Como que lo estás haciendo, ¡nada!
¡nada y escapa del oleaje, del viento
y del mar!

Nada, como si fueras el todo
que llena este vacío.
Nada, como si fueras el vacío
que todo abarca.

Nada, como si fuese yo
la víctima del ahogamiento
y tú mi única razón de salvamento.

Nada y todo
cogidos de la mano del olvido
y de la memoria,
respectivamente.
Nada y todo,
en tu boca,
y en mis labios,
como siempre.
Pero sepas
que todo
y nada,
juntos,
no pueden ser.

lunes, 9 de junio de 2014

Llueve sobre mojado

Cuando la tierra que pisas humedezca y te cale los huesos prueba a sobrevolar mares repletos de espumosa ensoñación, respira hondo el viciado aire con olor a melancolía y, por último, sumérgete en esos oscuros ojos que te observan con placentero deseo.

Y si me encuentras por esos parajes,
bésame y di que me quieres
volver a besar.

Pero di que me quieres.