martes, 21 de marzo de 2017

El esclavo feliz

Qué hacer durante el descanso de comida,
te preguntas.
Quizás hacer como que tengo hambre
y buscar ansioso por la calle el bar
que más comida ofrezca por menú barato.
Quizás visitar el supermercado
de la esquina y comer mierda envasada
en atmósfera saludable.
Quizás aceptar que no tienes
hambre y no comer.
Qué hacer,
             entonces,
durante el descanso de comida.
Si no es comer.
Si no es llenar tu estómago,
saciar tu no hambre.
Quizás andar por andar,
que es andar al cuadrado o andar en círculos.
Quizás reposar tu mente al sol de un
parque lleno de esculturas adultas que pocos
jóvenes entienden, y pintadas de jóvenes
que pocos adultos aprueban.
Quizás hacer como que reposas tu mente al sol
cuando en realidad estás escribiendo,
pensando en escribir, en qué y cómo escribirlo,
que puede ser de todo menos descansar la mente.
Qué hacer, entonces, durante el descanso de comida,
si ni es descansar
ni es comer.
Quizás mirar el reloj y pensar que la oficina
ya debe estar vacía, que ya puedes
volver a ella antes de tiempo y
descansar de la indecisión de la calle,
deshacerte del sentimiento culpable
de haberte comido
otra hora de descanso para comida
sin haber hecho lo uno,
ni lo otro.
Y así se acaba la hora de descanso, de comida.
Hola de nuevo,
bienvenido a tu trabajo.