miércoles, 23 de abril de 2014

Eternamente inconscientes


Las espirales de los pétalos de una flor.
La progresión geométrica de las semillas de un girasol.
La belleza de un Sol naciente,
de un Sol muriente.
La belleza de unos labios al natural,
la de unos ojos pintados en carnaval.
No somos conscientes, de lo emotivo de la soledad, de lo extasiante en compañía.
No somos conscientes ni de nuestra propia levedad.
Pinturas de colores, pinturas de no colores, porque sí,
el blanco y el negro existen,
y yo los he visto,
de forma inconsciente, claro está.
Luz de ambiente, ambientes sin luz.

El tiempo, joder, el tiempo.
No somos conscientes del paso del tiempo,
llega y se va, sin más. Cuando queremos echar cuentas, no tenemos dedos para contar.
Somos viajeros en el tiempo y en el espacio, y no somos conscientes de ello,
pero lo somos,
siempre hacia delante, siempre en movimiento constante.
¿Por qué retroceder? Es más, ¿para qué? ¿Por quién, acaso, merecería la pena?
Sí, uno o dos,
o hasta mil nombres distintos, pasan por tu mente ahora mismo.
Hombres, mujeres y animales.
Incluso ciudades o épocas.
Qué más da, su tiempo pasó.

No somos conscientes de la suerte de la comida.
De la suerte de la vida, de la mala suerte de los muertos.
De la mala suerte de algunos vivos.
No somos conscientes de la muerte en vida hasta que estamos muertos por dentro,
y tal vez por fuera.
No somos conscientes de nuestra propia levedad, repito.
No somos conscientes de vivir ni de morir.
Sucede, sin más.

No somos conscientes de la soledad de cada uno por sí mismo, de la infinita compañía de un esquizofrénico.
No somos conscientes de la las dos caras del solo caminar.
Qué bello conocernos por dentro en la quietud del rededor,
pero qué jodidamente mejor es conocer por dentro al que a tu lado hace las veces de redentor.

Intenta hacerlo. Siente la ciencia en el aire, el arte de la ciencia. Siente cómo la humedad te cala los huesos por alguna razón que desconoces. Prueba a adivinar los cuándo cómo y por qués de los libros de las estanterías, de las costuras de las cortinas de tu habitación, de por qué a él o ella sí, y a otro él u otra ella no.

Intenta tomar conciencia de todo lo que te rodea.

Es imposible, sí,
y de eso
tampoco somos conscientes.

martes, 15 de abril de 2014

Un acto de fe

Creerte único depositario
de palabras reales
de significados reales,
¿es de egoístas,
o de ilusos?

Creerte único depositario
de besos de ojos cerrados
de miradas de boca cerrada,
¿es de ciegos,
o de no querer ver?
(Corazón que no ve...)

Creerte depósito deficitario
e inversión segura.
Creerte amador amante y amado.
Creerte (de) todo,
sin creerte a ti mismo siquiera.

Creerte tú Diosa
sin crearme a mí Dios.
Crearme yo Dios,
sin creerte a ti Diosa.

Creer ser ateo,
y creer en ti,
a quién ni siquiera veo.

Creo creerte,
creo quererte,
quiero creerte,
quiero quererte.

Y apenas logro conocerte.

Sólo soy conocedor de mis credos
y de contar tus besos con dos dedos.

Quizás haya perdido la fe,
no sé,
la fe sólo se pierde si se ha ganado antes.
Y en este azar de monedas
tu cara es invisible,
y casi siempre sale cruz.

jueves, 10 de abril de 2014

Una historia de dos, o de tres, o de más de cuatro.

Ella hacía juegos de palabras en inglés para decirle que lo único que necesito es a tea.
Él jugaba con las palabras para que leyesen lo único que era incapaz de decir.

Ella corría montañas y parques en busca de alguna flor especial.
Él buscaba en montañas y parques para correrse con alguna  flor, especial o no.

Ella no sabía llorar de otra forma que no fuera en silencio.
Él era un hombre, y los hombres no lloran. Aunque no quisiera reconocerlo.

Ella sonreía de la forma en la que lo hacen la inocencia y la pasión cuando se juntan.
Él sonreía porque así se lo pedían. O porque no. O porque sí. Odiaba su sonrisa, para qué mentir.

En la piel de él hay tinta y sudor. Hay sangre provocada por el dolor.
En la de ella hay otro tipo de tinta, de la que se derrama continuamente, de la que provoca dolor sin sangre.

Ella sabía lo que quería.
Él, sin embargo, no sabía ni siquiera lo que no quería.

Ella lo quería a él.
Él no se quería a él.
Cómo demonios iba a ser capaz de querer a otra persona.

O al menos eso le decía a ella.
O al menos eso se repetía él, mil y una vez, sin llegárselo nunca a creer.

Oxidación

Nunca vi que los colores supieran como saben.
Nunca supe degustarlos.
Pero en cambio tú...

Nunca un olor me causó tanta impresión al verlo
que el tacto quedase aletargado a disposición de mis ojos.
Nunca toqué lo suficiente.
Pero en cambio tú...

Un beso sonoro de sabor irritante.
Un guiño loco con olor y a Marte.
Unos dedos de piel fina y sensible.
Una mano que toca lo que huele,
y saborea todo aquello que siente.
Un átomo de oxígeno corrompiendo el aire como si no hubiera respiración posible.
Pero en cambio tú...

La reducción no es posible si no transfieres.
La oxidación no es posible si no te capto.
Reductor y oxidante de la mano
como si no hubiéramos tús y yos suficientes.
Y sin embargo...tú.

Oxídame, amor,
redúceme entero a tus anhelos.
Oxídame, mujer,
que no quede arena bajo mi suelo.
Pero oxídame, joder,
y que no haya final si es que muero.

viernes, 4 de abril de 2014

Renacer

Qué hacer cuando tu hermano no está en casa sino dormir en tu misma cama de la litera. 
La de arriba.

Qué hacer cuando el alma está sedienta sino ahogarla en un mar de confusión. 
En el tuyo propio.

Qué hacer cuando no estás enamorado sino hacerlo de cada sonrisa y ojos con los que te cruzas, y escribirle lo mucho que os amáis. 
Como si te fuera a leer.
Como si os amarais de verdad.

Qué hacer cuando la noche se acerca impoluta sino esperar un amanecer cada vez más sucio. 
Para odiarlo después.

Qué hacer cuando te crees a salvo de todo, y de nada, sino pedir socorro a voces. 
Y no recibirlo en silencio.

Qué hacer cuando te queda tanto por hacer sino no hacer nada y lamentarte por ello. 
Y hacerlo después.

Qué hacer cuando no sabes qué hacer y además te da miedo saberlo. 
Qué hacer, en definitiva, sino volver a nacer.

miércoles, 2 de abril de 2014

M.

Creo que podría empezar a hacerlo. Cada momento es un puto suspiro. Y si la pillo mirando, por casualidad claro está, me nacen versos en la frente y rimas en las mejillas. Y qué cojones le hago, si no sé disimular, como dijo un poeta, "cuando me acabo de emborrachar, y cuando el corazón se me enamora".
Creo que podría empezar a escribir. Sus finos labios finos. Su fina sonrisa de labios finos. Sus negros ojos de color negro. Su mirada blanca de ojos negros. La forma en la que se muerde la puntita de la lengua al sonreir. La forma que tiene de morderme el alma al sonreir. Ese puente de su nariz desde el que hacer puenting sin cuerda me recuerda a los saltos del corazón al escuchar que se dirige a mi persona con voz sonante no cortante.

Noto las miradas ajenas a mí, ajenas a ella, que me preguntan que por qué sonrío así. Me hago el tonto, que para eso se me da bien, y respondo, como el que no quiere la cosa, a la pregunta que sale de su boca, pero no la de esos ojos: "Of course I like love stories".
- But do you prefer live or just read them, Karim?
- I think I'd rather write them. Let's say that's another way of living them.

Ahora ya no sé si lo que dije fue cierto, o pura gilipollez literaria. Pero sí sé que no es la primera, ni será la última noche que nos fundimos en un sueño, o al menos en el mío; sólo deseo reciprocidad en los tuyos. Y que si haces un esfuerzo por asistir a nuestras dos citas por semana pese a tu apretada agenda de enfermera en ciernes, sea por ver a este desaliño de pelo y conato de barba con acento del sur intentando hablar en inglés, y no por el idioma en sí.

Dicen que si te pica un mosquito, ráscate y no bajará la hinchazón ¿no? Pues si se te ancla una mirada en el pecho, no te lo abras en dos, o será peor.

martes, 1 de abril de 2014

Preguntas. Respondo.

Preguntas si puedes preguntar
cuando debieras preguntarte antes a ti
si de verdad quieres preguntar.

Si preguntas si puedes preguntar,
pregúntate si la respuesta
esperas de verdad.

Te preguntas si debes preguntar,
Y no temes un No como respuesta
tanto como un sí, claro, por supuesto que puedes preguntar.

Y preguntas si puedes preguntar.
Y no temes el Sí como respuesta
tanto como la respuesta final que esperas escuchar.

Y te pregunto,
si sabes la respuesta que quieres escuchar,
¿queda acaso alguna duda de si quieres,
de veras,
preguntar?

Una vez despejadas las dudas,
pregunta en tu mente,
si puedes preguntar,
si tienes algo que preguntar,
si de verdad quieres preguntar.

Y en el transcurso de la pregunta,
sabrás qué respuesta quieres escuchar.

Y ahora, pónselo fácil a tu interlocutor,
y pregunta
directamente
la respuesta deseada para reducir las posibilidades a la mitad:
Sí, o no.

O mejor déjate de parafernalias y consejos y si dudas si preguntas, no dudes y pregunta.