lunes, 30 de julio de 2012

Parece ser que le han puesto alas al reloj.
Minutos y segundos que se entrelazan en confusos movimientos de despiste y agujas batiendo récords de vuelta rápida.
Los días se cuentan de siete en siete, fines de semana incluídos, en lugar de hacerme esperar veinticuatro horas para tachar otro número del calendario.
Es una caída libre a través del tiempo. Un salto vertiginoso. El viento corta en la cara y las figuras de alrededor se muestran difusas.
Y me asusta. Yo, que me gusta saborear el instante, siento miedo. Yo, que disfruto con vivir el momento, me resigno a respirar el leve aroma a velocidad que dejan.

Y aún así, qué lejos otea en el horizonte el día en que pueda saborear tu presencia.

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