sábado, 12 de enero de 2013

Ajenidades propias


Amanece otra noche entre las frías sábanas de la calle. Despídense los últimos destellos de luz de mis pupilas dejando paso al ardiente fulgor de la nocturnidad. No es una noche más sino un día menos. Y con éste pierdo ya la cuenta de las veces que olvido el día que es. Definitivamente ya no recuerdo en qué momento permuté del sentido unidireccional a este bípedo lenguaje de una insomne vida. Si acaso pudiese considerarse como tal.

Una vida más por una menos.

El olor a sangre remanente en cualquier esquina. La fluidez de estas letras casi comparable con el resbalar del aire en su último aliento. Todo mezclado en una perfecta proporción de necesidades que me obligan a transformar los nuncas en siempres mientras tu ignorancia despierta cada día con un envoltorio más resistente en un cuerpo cada vez más corrupto. No es culpa mía. La sed aumenta al paso de cada noche. Y cada vez me es más difícil hallar esa fuente vital que tu... nuestro ego exige.

No te permitas dejar de soñar, porque yo conozco tus pesadillas.

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