lunes, 28 de julio de 2014

The watchtower

El pedaleo incesante de nuestras acciones, a veces, nos conduce al eclipse de un fulgurante sol de julio bajo torres vigía, sonido de olas de fondo, brisa del sur y el vociferío de niños en el descubrimiento de las Américas de su propio horizonte.

Digamos que en esos destinos la persona adecuada encuentra el sitio perfecto en el instante preciso para que lectura y escritura apacigüen el alma.

Y es entonces cuando, a pesar del murmullo de las ojeras, del incesante susurro quejumbroso del sueño y sus razones, a pesar del mar de las mejillas, hacen acto de presencia una suerte de felicidad en estado de ebullición, un florecer de sonrisas en bocas ya ajenas, un despertar en calma del sentido de la paz y, con ellas, las palabras.

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