domingo, 18 de enero de 2015

Sigo odiando los domingos

En la soledad del domingo
se abandona mi mente
lluvia y viento mediante
a la quietud del egoísmo.

Ventana de claros ojos
sonrisa blanco cielo
por la que observo roto
lo lejos que de ella quedo.

Cae sobre mí el frío,
rayo implacable
de infinitos recuerdos,
para destrozar
en su helada impronta
los pasos de frente
que con una mano cuento.

Se aleja el tiempo
de los guiños inocentes
del abrazo con brazos
y no con sueños.
El tiempo
de malabares y equilibrios
en el que sus labios
dibujaban su propia sonrisa
sin influir en mi anhelo
por probar sus besos.

En la soledad del domingo
observo impávido
al derrumbe de torres
de realidades de invierno.
Caída libre
de tasas e impuestos
al vacío que llena
de nadas mi cuerpo.

Resopla la nube
de esta tarde de aguaceros,
silba en la ventana
buscando la explicación
a la niebla
que cubre mi cara.

Y qué le digo yo ahora al viento
si me mueven más que su levante
todos los suspiros que llevo adentro.

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