viernes, 6 de noviembre de 2015

Rutinaria rutina

Esta mañana, tras 6 minutos de caravana a la entrada del pueblo, al aparcar el coche en el mismo sitio que aparqué ayer, me fijé que el coche de enfrente y también el de atrás eran los mismos. Raudo y veloz me miré el pecho y observé que no, no llevaba la ropa de ayer. Aunque se parece, pero no. No era la misma camiseta; tampoco la misma camisa, de hecho ayer vestía sudadera; no eran los mismos zapatos. Los vaqueros sí, los mismos que me puse ayer. Los calcetines quizás, son del mismo color al menos. Ah, no, los de ayer los eché a lavar. Bueno, llevaba otra ropa al fin y al cabo, no me había quedado atrapado en una especie de día de la marmota o bucle espacio temporal que me hiciese revivir las mismas 24 horas una y otra vez.
Recorriendo los 20 metros que separaban el coche de la oficina me descubrí teniendo de nuevo un flasback: acabas de saludar al mismo hombre que llevas saludando una semana. Tranquilo, pensé, mis ropas son distintas, no son las de ayer. Su ropa no, es la misma sudadera gris churretosa que usó ayer, será guarro. Bueno, no te pases, se habrá duchado, fíjate que es uno de los pintores que están arreglando la fachada, será su ropa de trabajo.
Me encamino a la puerta de la oficina. La entrada de almacén está abierta. Ahú, mi tit... digo mi jefe, ya está ahí. Y llego 5 minutos tarde por culpa del maldito atasco mañanero. Ea, bronca mañanera para comenzar con buen pie un viernes. No puede ser, no dejes que te amilane, que te caliente, hoy recibes visita de amigos para pasar juntos el fin de semana, y mañana tienes previsto hacer tu primera cerveza artesanal desde grano. No es buena idea hacer cerveza estando enfadado, eso lo notan las levaduras y se agrian, como tu carácter. Haz como si no llegases tarde, actúa normal. Entra y enciende impresora y ordenador como a diario, y quita la opción de fax del teléfono. Si te dice algo de esos 5 minutos tienes dos opciones. Una: hacerte el tonto... no, mejor no, no se te da bien mentir, lo sabes. Pues opción dos: llevas entrando media hora antes a tu puesto desde que comenzaste. El horario de tu antecesor comenzaba a las 8:00, no a las 7:30. Si te recrimina esos 5 minutos, recrimínale tu los 25 restantes de estos 4 últimos años. No, espera, no es buena idea, ¿ves? ya te estás calentando. Tranquilízate, seguro que si te echa en cara el retraso es por otra cosa, para discutir por discutir. Seguro que anoche no durmió bien. Díselo: si tienes ganas de bronca búscate a otro, a mí no me toques los cojones. Joder, ¡no! Tranquilízate, he dicho. Cómo vas a contestarle eso, a las 7:38 de la mañana, que apenas tendrá un zumo de naranja recién exprimido en el estómago. No, de esa forma serías tú el que comienza la bronca, no él. Estarías haciendo justo lo que has empezado a pensar que haría él. Fíjate: buscas el destino que de primeras querías evitar. Bueno, la puerta, abramos y que la suerte sea conmigo.
Impresora: ON. Ordenador: ON. Fax: OFF. "Buenos días, Daniel". Actúa como si nada, vamos, tú puedes. "Buenos días, Lolo, no veas qué pedazo de proyecto nos enviaron ayer". Bien hecho, bien actuado, sonríe, eso es, has evitado la bronca. Pero, ¿qué bronca: la real, o la que llevas 2 minutos imaginando que sucedería y al final no ha sucedido? Calla, no me rechistes. Pero si eres tú. Claro que soy yo, gilipollas, los dos somos yo, joder, todas las mañanas igual. Espera, su ropa... camiseta roja, pantalón gris. Mismas botas. ¿La mía? No, no es la misma de ayer. Aunque lo parece: zapatillas converse, pantalones vaqueros y camiseta informal con camisa por encima. No, no lo es. Ayer era sudadera. Claro, su ropa es la de trabajo también. Él tiene que llevarla, es operario. Tú no, ingeniero de los cojones. ¿Qué te pasa? Todos los días igual. ¿Por qué no te despiertas 5 minutos antes para evitar el atasco y el posterior calentamiento? Tu ropa no es la de ayer, deja de mirarte ya, tú eres el de ayer. Y el de antes de ayer. Y el del mes pasado. Y el mismo capullo que lleva 3 años diciendo que tiene que cambiar de trabajo. El mismo que permanece impasible ante su inmovilismo. Ese inmovilismo que aprieta y ahoga y te frustra. El mismo que cierra el bucle de no hacer nada porque nada haces. Vamos, hoy tienes que cambiar. No valen las excusas. No, lo haré el lunes: sabes que no ocurrirá un lunes. Tiene que ser un viernes. Los viernes el cuerpo está activo. Se hormona, se prepara para un fin de semana de salidas y venidas. Hoy vas a trabajar como nunca, ¿cuántos proyectos tienes por delante? Da igual, los vas a terminar todos, y los vas a terminar bien. Nada de errores. Y luego, al llegar a casa, vas a preparar los pasos para la cocción de mañana, y a limpiar los cacharros y ollas para la cerveza. Y, y, y... una mierda. Una mierda para ti y otra para tus frases automotivacionales. Sabes que no te sirven, que odias el rollito Mr. Wonderful-Coelho. Las frases automotivacionales están hechas para los pusilánimes que no son capaces de encontrar una razón para motivarse ellos mismos. No, espera, para esos no. Esas gilipolleces están hechas para los que buscan excusas a su desmotivación. Y no, a ti no te hace falta eso. Tú mismo eres la desmotivación. La excusa y la razón de tanta quietud. No vas a terminar los proyectos. Es más, ese último tan grande que te enviaron ayer, vas a cagarla en algún lado. Estadística pura. Así que para qué ponerse, tómatelo con tranquilidad. Respira, procrastina un poco por la red, empieza el proyecto cuando lleves más de una hora en la oficina, para que te de tiempo a escribir cualquier pamplina para el blog antes. Como esto, por ejemplo. Como hiciste ayer y antes de ayer y haces hoy: otro día más. ¿Mi ropa? No, no es la de ayer. Aunque se parece.

1 comentario:

  1. Buf, y yo me quejo de la cansina que se pone a veces la voz de mi cabeza...
    Espero que, al menos, el fin de semana haya ido genial... Besos

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