domingo, 19 de febrero de 2012

Adiós del verbo odiar

¿Qué cuesta empezar una nueva vida?
No sabría deciros exactamente cuánto, pero sí os sé decir que con esta mierda de sociedad actual, mucho. Y no hablo de dinero, hablo de esfuerzo. Esforzarte en que te permitan hacerlo. Tampoco es tanto, ¿no? Sólo pido que os olvidéis de mi nombre, mi cara, mi voz y mi puñetero carácter. Y yo a cambio prometo no dar más por culo. Que se borren registros y listas, total, un ciudadano más que menos entre los siete mil millones de ellos que hay en este planeta no es gran diferencia. Este desarrollo nos está llevando a la más pura esclavitud. Y utilizo esclavitud como antónimo de libertad. No porque nos obliguen a trabajar, claro está que más bien hacen todo lo contrario.
Cuanto más lo pienso, más coraje me da. Hacedlo vosotros, imaginad que decidís coger carretera y manta y desaparecer del mapa. Que intentáis alejaros de vuestra realidad para poder alcanzar otra que os guste más. Y luego haced un recuento de trabas, problemas, costes. Una lista larguísima. Tanto que dan ganas de romperla en mil pedazos en un desesperado ataque de locura. Joder, ¿qué digo romper la lista? Romper lazos, fronteras, y alguna que otra cara...¿por qué no? Todo el mundo necesitamos desahogo. Pero al final lo único que consigues es romperte los nudillos contra las cuatro malditas paredes de siempre. Las que te aprisionan y te asfixian día sí y noche también. Algún día me atreveré a usar en condiciones la cabeza. A ver si de un golpe certero me quedo tonto del todo, con baba incluida, y me dejo de mierd... perdón: medias tintas. Odio la mediocridad, vaya ironía. Puta vida ésta de ironías. Que soy el chico fuerte y de mente abierta de la familia, y que esté cerrado en banda en ahogarme por dentro en agua salada.
Si algún día lo consigo, juro que inventaré algún tipo de artefacto para observar reacciones del antiguo alrededor. Tiene que ser gracioso ver cómo la gente, que ni me saluda o conoce en persona, se pasan entre ellos mensajes vía redes sociales con la esperanza de que algún pringao de ellos dé conmigo con el mero hecho de conectarse a internet y leer que me he perdido. Dirán que me echan de menos y todo. ¿Es o no es gracioso? Los que lo hagan de verdad, de corazón, lo siento de veras por ellos, pero estoy cansado de sensiblerías para decir que yo también lo haré.
Mucho palabrerío, y pocos cojones, pensaréis, y sin equivocarse. Pues sí, eso es lo que hay, para no variar. Quién fuera lo suficientemente valiente para pronunciar ese adiós del verbo odiar que yo no diré jamás.

1 comentario:

  1. Necesitamos una charla urgente. Lo veo.

    Por cierto, yo soy una señorita y no le pego puñetazos a las paredes.. =)

    ResponderEliminar