martes, 4 de marzo de 2014

Y no me acuerdo

Anoche vi pasar cardos por mi cama,
espinas de rosa,
cuchillas de afeitar usadas,
y un cepillo de dientes blanco.

Que no era mío.

Anoche oí gemidos en mi cama,
y tampoco eran míos,
no de mi boca, al menos.

Y aún así...
tanto frío...

Anoche soñé con palabras,
las vislumbré rondándome los poros,
danzarinas y bellas
destrozando a golpe de cadera mis ojos.

Y lloré como un crío.

Anoche leí poesía,
y me creí parte de ella,
simplemente
porque estaba dentro de ella.

Y me corrí.

Me corrí de la forma en la que lo hacen
las lágrimas con una melodía certera.
Me corrí en la dirección en la que se eriza
cada vello corporal con una letra bien marcada.
Me corrí como desean hacerlo
los amantes y desamados.

Como una cortina de ventanal
me corrí,
dejando entrever la luz
a través de mí.

Y me dejé iluminar,
y me iluminé.
Y de la misma forma me apagué.

No la dejé fluir, no la dejé salir.
Me la quedé dentro esperando
a pasar al siguiente renglón.

Hasta que se consumió.

Y así un total de 86 veces.
No hay excepción en mí que confirme la regla
"El ser humano que tropieza dos veces con la misma piedra"
No se necesita mi excepción.            Sólo hay que ver mi trayectoria.

Anoche, encontré las palabras exactas
y en los versos exactos
de sus besos nefastos.

Anoche, vislumbré la poesía perfecta
para un verso perfecto
de un sexo abyecto.

Anoche, disfruté de eso
y mucho más,
sin atreverme a plasmarlo
por miedo a abandonar
la más humilde
y asquerosa
mediocridad.

Anoche, deseé amanecer
recordando lo vivido,
y esta mañana desperté,
recordando haberlo vivido.

Del resto,
ya no me acordaba.

Es tan triste,
y tan bello,
haberlo sentido.
Que no me quedan besos,
ni caricias,
abrazos ni sonrisas,
para describir tantas palabras
en ese sueño infinito.

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