miércoles, 30 de julio de 2014

De lo que duele el caminar con los dedos ensangrentados y otros menesteres.

Vuelven las náuseas, los gritos, los llantos. El arrepentimiento tardío. Vuelve la desesperación del reloj de arena atascado, del grifo de goteo incesante. La (m)araña de recuerdos tejiendo alrededor de mi garganta la irrompible red de la melancolía, la nostalgia, la ensoñación. Busco en los recovecos de mi mente algún camino, alguna indicación de lo correcto, lo erróneo, lo por ahí vas bien, sigue así, o lo lo volviste a hacer, gilipollas. Te volviste a enamorar de la reina. La de oros, de copas, de corazones y picas. La de bastos y espadas, dañina mujer de hermoso semblante. La reina de las verdades, las mentiras, las copulaciones entre ambas. La reina de miradas furtivas, de los besos a media noche. La reina de las abejas, las avispas y de algún que otro zángano. Volviste a probar de las mieles del deseo, de la obstinación de la memoria. Volviste a probar suerte y a perderla. Y ahora, incólume espalda irritada, vagas por los jardines de la borrachera de la mano de la tristeza. Camuflaje perfecto para esta última son tus sonrisas torcidas a media asta, pero no, el maquillaje superficial jamás borrará el sempiterno aroma a pobredumbre, suciedad, amargura y soledad. El imborrable olor de la peste, de las patrias perdidas, eclipsará la imagen de banderas monocromáticas en busca de un cielo azul. Andas perdido, sin rumbo, sin escuela ni barrio. Perros sarnosos mordiendo la pernilla del pantalón, llenando con su rabiosa espuma las roídas zapatillas color marrón. Gatos maullando a lo lejos, ternura encarnada en la más inverosímil nocturnidad que supone tu caminar. Las espinas de flores marchitas se cierran a tu alrededor, se clavan en tu respirar, ahogan el fluir de sentimientos, de sangre y pensamientos. Los oscuros ojos de la noche te observan al trasluz de tus decisiones, te martirizan cual flecha envenenada de estupor. Sigues la marcha, cabizbajo ser pensante de frente obtusa. Cobarde caballero andante de las batallas inútiles. Y en tu clarividencia de erróneo caminante, das patadas a las piedras que un día formaron tu sendero. Mira, mejor déjalo ya. Abandona tu insistencia ¿No ves, acaso, que toda poesía te habla igual? ¿No te has fijado, idiota, que todo verso duele en tu infinita soledad? Las voces de tu mente vociferan en la misma dirección, crean un amplio angular desde el que poder observar sólo lo que ellas desean: tu perdición. Los atardeceres, las olas, el mar, el viento en la cara no curarán las heridas de este harakiri emocional. De este suicidio sentimental. No busques otra orilla por la simple razón de una huída banal. Jamás esperes que atrás queden tus miedos y anhelos si sólo corres en dirección opuesta mirando el origen y no el destino. Jamás rehuyas la mirada del espejo. Jamás pretendas la marcha de tu ego. Porque eres tú, y recuerda, jamás una persona escapa de sí. Jamás.

4 comentarios:

  1. una que ojea tu rincón30 de julio de 2014, 15:21

    "Vuelve la desesperación del reloj de arena atascado...". Vuelves tú, en la esencia que me quedó enganchada el día que odiabas los domingos y me animé a comentarte por primera vez. Vuelves a dejarme sin palabras, a hacerme recordar situaciones similares con sólo leerte. Vuelves a dejarme melancólica. Vuelves a quejarte de tus versos, cuando escribiendo dejas sola a la soledad de la que hablas, pues siempre habrá gente leyendo al otro lado de la pantalla. Con entradas como ésta, merece(s) la pena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con comentarios como este, merece la pena escribir.

      Un millón de gracias. De verdad.

      Eliminar
    2. Una vez más me sorprendes, leerte es un gran placer para mi.

      Eliminar
    3. El placer por ser leído es mío. Siempre.

      Eliminar