miércoles, 14 de enero de 2015

Pongamos que hablo de atardecer

Venga, otro más.

Todos los putos atardeceres igual.
Todos del mismo color.

Y mira que me gustan,
que me emocionan
y embaucan,
que no me canso
de darle vueltas
a este mundo
para poder disfrutar de uno,
y otro
y otro
y otro atardecer,
que los denomino como "otros"
pero que en realidad
son el mismo.

El mismo cielo
de gases nobles
y vientos huracanados.
Los mismos colores
dibujando de rojo
los reflejos de los cristales.
Las mismas nubes
cambiadas de lugar,
y poco más.

Un mismo horizonte
plano, de miras planas,
de cielos de colores y nubes
y cielos y colores y nubes
y así todo
y así todos
y así plano
y
así
atardecer
tras
atardecer.

Y me gustan, de verdad
os juro que me gustan,
pero me canso.

Y entonces lo intento,
los cambio, los redibujo,
les devuelvo el color
que antaño tuvieron.
Les abro el amplio abanico
de azules
de verdes
de marrón, lila y añil,
hasta el extenso campo de grises
entre negro y blanco
les abro.

Pero no es lo mismo.
Ya no son atardeceres ajenos,
atardeceres cualquiera.
Ya no brillan con estrella propia,
ya no alumbran satélites propios.
No es ese resplandor su luz,
sino la mía.

Y,
créanme,
tampoco soy tan bueno
pintando atardeceres.

2 comentarios:

  1. puede que no seas tan bueno (aunque esto se tendría que ver), pero los haces tuyos. y eso sí que sí.

    un abrazo.

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  2. Te cansan, pero si te faltan los echas de menos.

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