miércoles, 3 de noviembre de 2021

Tu lado favorito del sofá

Te encuentras en mi lado favorito del sofá, el izquierdo, sentado con el cuerpo levemente girado hacia mí y con esa mirada que tanto me cautiva. Sin pensármelo dos veces me sitúo donde mi deseo me llama: a horcajadas sobre ti. Noto a través de mi pijama el tacto de tus manos bajando por mi espalda mientras yo te lamo el cuello libre de la timidez del primer día. Acompaño el movimiento de mi lengua con un leve contoneo, casi como un suspiro, hacia adelante y hacia atrás mientras aprieto mis caderas contra las tuyas. Me las agarras con fuerza y aprietas aún más tu cuerpo con el mío. Te vuelvo a lamer desde el pecho hasta la barbilla y te muerdo el labio inferior mientras separo tus brazos de mi cuerpo. Los coloco por encima de tu cabeza formando una X, apresando con solidez tus muñecas con una orden implícita en mi mirada: no puedes tocarme. Haces presión, pero yo soy más fuerte que tú y mi posición superior te tiene ganada la batalla. Sólo yo puedo besarte, y aunque intentes zafarte no lo consigues: cuanto más hacia atrás te echas, más me acerco yo a tu boca. Te tengo donde yo quería: contra la pared. Pero no te beso, no. No lo mereces. Sólo suelto mi aliento sobre tus labios haciéndote desear más. Intentas besarme, pero no llegas. Mi cuerpo se contonea como el de una serpiente esquivando tus ataques, danzando sobre el tuyo con movimientos sutiles. Te tengo a mi merced. Por mucho que lo intentes, no conseguirás librarte de mi presa, y sé que eso te excita todavía más. Me retuerzo de cintura para arriba y dejo caer mi pelo en tu frente. Mis rizos te hacen cosquillas, y observo cómo tus manos hacen el intento de agarrar mi cara con brío. Gimes en silencio con la boca abierta hacia arriba como un lobo que aúlla a su luna llena, y dejas que la melena te recorra la cara, la nariz, la boca... hasta que aflojas el cuerpo bajo mi sonrisa. Parece que has aprendido la lección. Aquí la loba soy yo y tú sólo eres un perro sumiso. Eso es ¡buen chico! Te muerdo suavemente en el cachete y libero tus manos como premio a tu obediencia. Con mis rodillas apoyadas sobre el sofá sujeto mi peso para hacer fuerza con mi pelvis sobre tu vientre. Tu cara cae en mi pecho ahora, buscando la curva del placer. Yo sigo apretando con tus caderas, bajando y subiendo, jugando con tu erección. Me enloquece sentirte erecto, excitado, suplicando por más, así que me quito la camiseta, total, me está sobrando ya. Aún no me la he quitado del todo, y ya te has lanzado a mi pecho, ávido de contacto. Muerdes mi sujetador. Con una mano buscas el cierre y con la otra el pezón que esconde el encaje. Tiras de él hasta conseguir dejarlo libre y comienzas a lamerlo y mordisquearlo con ternura. Te inclinas hacia atrás para tomar aire y me devuelves esa mirada que tanto me pierde. Ésa que tanto me acalora. Adviertes el fuego en mi cara, te quitas la camiseta y percibo cómo tu pecho arde también. Bajo por el surco de tu vello besando cada centímetro de piel, demarcando tu torso con mis labios. Llego a tus pezones, que se encogen al tacto con mi lengua, y acaricio tu espalda con las uñas. Puedo apreciar cada poro de tu piel alzando las manos al viento. Se te eriza todo el vello del cuerpo hasta provocar el escalofrío. Sigo bajando besito a besito, despacio, impregnando tu vientre con mi aliento, recreándome en tu ombligo y acariciando tus piernas con mis dedos. Mi pelo te hace cosquillas en la barriga, te retuerces y consigues quitarte la ropa interior como si alguien tirase de un hilo anclado a su parte inferior. Alargo el instante en el que mi boca acaricia tu pelvis hasta la extenuación, hasta que te echas hacia atrás en el sofá estirándote por pura desesperación. Juego un poco, sólo un poquito con mis manos y tu vello púbico, y cuando noto que la lujuria está a punto de reventar tu polla, empiezo con la felación. La cojo entre mis manos y la beso. Suspiras de placer con los ojos enfocados en el techo. Bajo y subo mi lengua por el tronco, la acaricio con la mano y vuelvo a voltear la lengua alrededor de ella. Te miro de rodillas, me devuelves una mirada salvaje, y abro la boca con determinación para introducírmela en ella. Noto tu pene ardiendo, casi quema, pero mi humedad sofoca el incendio. Aprieto tu cadera contra mi cara. Notas mi lengua acariciando por debajo, acompañando el movimiento hacia adentro con mis manos en tus nalgas. La saco suavemente de la boca, pero succionando con vigor hasta sentirte gemir desde lo más hondo de tu garganta. Vuelvo a mirarte con lascivia, con una sonrisa maligna coronando la punta de tu polla. Juego con ella, la muevo de un lado a otro con la lengua. Tu cara me pide más, más hondo, más saliva, pero soy yo quien manda. Intentas levantarte para ayudar con la penetración de mi boca, pero tus piernas flaquean y te tumbas. No puedes más, el placer te tiene totalmente domado. Me enternezco y vuelvo a metérmela en la boca ardiendo para complacerte. Esta vez hago más presión, más rápido, más succión. Me pides que no pare, que siga así. Pero no, cariño mío, ya sabes que conmigo las cosas no funcionan de esa forma. Así que paro en seco y me subo encima. Repito: aquí mando yo. Dejo que mi sexo acaricie tu pene. Siento cómo esto provoca todavía más calor en nuestros bajos. Te escucho respirar hondo deseando la penetración, y me estiro hacia atrás extasiada, recreándome en tus ganas. Me apoyo con mis manos en tus rodillas y con mi pelvis doy rienda suelta al rozamiento: bajo, subo y giro, bajo subo y vuelvo a girar. Me gustaría tenerte así durante minutos, suspirando por entrar en mi cuerpo, y provocar tu orgasmo sin que tan siquiera hayas conseguido penetrarme ni unos centímetros, ¡pero no! Yo también quiero ¡Quiero más! ¡Quiero sentirte adentro! Así que me incorporo sobre mis rodillas, levanto el culo y marco con mis manos el camino hacia el interior. Me coloco sobre mis pies y comienzo a subir y bajar con esas sentadillas que tanto te gustan. La entrada y salida es limpia. Certera. Somos como la cinta de Möebius: tu piel termina donde empieza la mía. No hay principio ni fin, nada nos separa. Gimes sorprendido. Estás bajo mi mando y te dejas hacer. Te dejas follar. "¡Joder con Mar!" pensarás, "siempre quiere más, ¿no? pues más le daré". Así que forcejeas para echarme a un lado. Intentas quitarme de encima tuya para tomar el mando. ¿Voy demasiado rápido, cariño? Seguro que te gustaría que te la volviera a chupar para no correrte tan rápido, ¿verdad? Casi consigues erguirte sobre tu culo pero, aunque me fallen las fuerzas, te empujo de nuevo contra el sofá, salto encima y te vuelvo a follar. Soy una amazonas sobre tu cuerpo. ¡Más fuerte, más y más salvaje! Me inclino sobre tu pecho para poder aumentar la velocidad. Te agarras con fuerza a mis nalgas. Las acompañas con un movimiento espasmódico mientras giras tu cabeza hacia atrás y gritas con rabia y placer al mismo tiempo. Yo sonrío y aúllo a la luna. Te lo vuelvo a recordar por si no ha quedado claro: aquí-soy-yo-la-loba. Y la loba está deseando verte acabar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario