lunes, 11 de agosto de 2014

La deriva

La estridencia de la noche se hace incólume
en la luz de unas voces en concordia,
de los saltos de la tierra sobre el cielo,
de las bocas secas,
las lenguas húmedas
y los ojos inyectados en fervor.

Saltan chispas entre electrodos
dedos
palmas
y pelos.

Saltan los brazos
en busca del calor multitudinal,
de la afinidad de pasos
de pies y abrazos.

La compenetración de los acordes
hacen del deseo música,
y de la música pasión.

Que ardan los besos
y muera el corazón.
En este choque de latidos
no necesito más temblor.
En este suspiro sobran
miradas de intuición.

En este momento sólo existo yo.

Toca desistir de la impunidad
Toca hablar de maquiavélicas razones
De incógnitas sin flores
De lo que duele la felicidad
si es en brazos de un ojalá.

Toca hablar de la deriva de nuestras miradas
y callar en la templanza de la sinrazón.

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