miércoles, 13 de agosto de 2014

Lágrimas de San Lorenzo

Una superluna vino el otro día,
heroína legal e inocua,
a salvarme de mis monstruos.

Sin embargo,
aquí sigo derrotado,
pues entretenido entre las sábanas,
cantando las nanas que aún no sé,
me pilló su blanca faz
de la mano de una princesita de dos primaveras
y un verano.

No sé qué sería lo que vería Lorenzo
que desde esa misma noche
me encuentro sus lágrimas por doquier.

Dicen que susurrarle una querencia
a sus vástagos crepusculares
solventa la dolencia
de los deseos carnales.

Cómo voy a pedir
de entre tanta elección
en una infintesimal décima
de segundo en fracción.

No da tiempo,
es imposible,
cuando me decido
la lágrima irrompible
por el cielo se ha perdido.

Ahora la superluna
marcha menguante
sobre el ocaso embadurnado
en los fuegos fatuos
de su compañero.

Mientras, yo acuno monstruos
y princesas de dentadura incompleta
esperando que de la mezcla
resurja la nueva heroína
que enganche al pueblo llano
y me salve de la cordura.

1 comentario:

  1. acabas de recordarme que, o soy cegata, o cuando estas noches he mirado hacia el cielo, no ha pasado ni una de esas lágrimas de San Lorenzo que todo el mundo decía no ver.

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