jueves, 11 de septiembre de 2014

Sueño

Sueño que vago por el desierto, hambrienta alma errante, en busca de una dirección que me acerque a la civilización de la que tanto reniego. Busco un oasis en el que calmar siquiera la sed de mis fantasías, mas ni tan solo las ilusiones se acercan a mí.

El sol me deslumbra a mi paso por dunas y valles rocosos. La luna me abraza con su gélido hálito de oscuridad en silencio. Los días y las noches se persiguen uno tras otro en una carrera por ver cuál de los dos me hace perder la poca cordura que me queda.

No sé ya discernir entre realidad y sueño. En mis descansos oníricos sueño que camino por la blanquecina arena. Cuando creo estar despierto, ensueño que descanso y me sumerjo en los recuerdos de mi antigua vida.

Y así pasa el tiempo entre sueños caminando y en caminos soñando. Y así paso el espacio entre segundos bailando, minutos hablando, horas contando y días y noches a mi cuerpo matando. Se... se me nubla... la razón... No sé ya si yo... soy... No... sé... la razón... se nubla, yo soy... ¿quién?

Abro los ojos. Aparece una nube. No sé cuanto tiempo llevo tumbado boca arriba en este llano de grises piedras. Noto los labios resecos, resquebrajados, la nariz despellejada, el cuerpo agotado. Me escuece el mordisco en el dedo meñique del último alimento cazado. No tiene buena pinta.

Las sombras a mi alrededor se mueven en círculos concéntricos de aladas maneras. Una gota me roza la frente. ¡Hijos de puta! No solo esperáis ansiosos mi muerte desde ahí arriba, sino que lo celebráis meándoos literalmente en mí. Les increpo a sus leonadas cabezas.

Pero de repente... otra gota. Y una más. No salgo de mi asombro. Espera, esto no es pis aviar, es agua ¿las aves orinan? Bah, qué más da, ¡es agua! ¡está lloviendo!

Espera, ¿lloviendo, en pleno desierto? En efecto, llueve. Y bailo. Y saco la lengua. E intento beber con mis agrietadas manos llenas de mugre en forma de cuenco. Me desnudo. Dejo que la lluvia empape todo mi ser en cuerpo y alma. Y sigue lloviendo. Y cada vez más. Me da igual, ¡es agua, por fin, agua!

De una de las dunas que creo haber sobrepasado hace unas horas empieza a descender lo que parece ser un hilillo de agua. Jajaja, ¡un arroyo! ¡un puto arroyo en este maldito desierto! Corro como un renacuajo de 8 años a tirarme en él. Dejo que el agua del riachuelo me sacuda los cabellos mientras me abandono a la creciente corriente que galopa ladera abajo.

Boca arriba observo cómo los buitres siguen girando en una pequeña porción de cielo sin nublar, como si la lluvia no fuese con ellos. Me pelllizco, no vaya a ser que esté de nuevo durm... ¡Ay, joder! No, definitivamente no estoy soñando.

Esta lluvia es real, este río es real, y mi sed ya está saciada ¡No me veréis morir de sed, pájaros del demonio! Es más, no me veréis morir de hambre, que he visto un par de peces ya por aq... ¿cómo? ¿peces?

Tras lo que parece una estrenduosa explosión, las dos partes de la duna divididas por el río se vienen abajo, dando paso a una ola de más de veinte metros de altura ¡¿Joder, hay una puta calavera en la cresta de la ola?!

No he terminado de salir de mi asombro cuando me veo revolcado por litros y litros de agua salada, rodeado de corales y algas me sorprendo intentando nadar hacia la superficie entre bancos de peces y algún que otro tiburón. Miro hacia arriba. Ya no hay buitres, ya no hay cielo, ni nubes, ni lluvia, sólo agua... ¿Dónde coño ha ido a parar el desierto?

Sigo buceando hacia la superficie, cada vez me cuesta más dar una brazada. Mis pies no responden, me fallan, pesan demasiado ¿Qué coño hago con las botas puestas aún? Creo divisar el casco del barco que antes surfeaba el tsunami. Presa del pánico les grito pidiendo ayuda y trago una gran bocanada de agua en mi estupidez.

Me ahogo...

Me falta el oxígeno... Veo... veo claridad a lo lejos... Se me nubla el pensamiento... Una niebla me cubre la mente, no sé si estoy nadando o no... Apenas... apenas sí soy capaz de percibir algún pequeño movimiento de mi cuerpo... La claridad, concéntrate... la claridad sigue ahí, cada vez más grande, como más nítida... Noto... sí, noto cómo el oleaje sacude mi mano derecha. Intento abrir los ojos... no me había dado cuenta de que los tenía cerrados... Luz... sólo veo luz... No... no siento mi cuerpo, pero intuyo... creo... sí... creo que salgo a flote, que el último aliento que me queda me ayuda a cruzar la superficie del mar y... 

Despierto.

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