jueves, 23 de agosto de 2018

Día 21: "Imágenes".

Para el vigésimo primer día de #unmesdepoemas, Elena Medel nos confiesa cual fue uno de sus descubrimientos más felices en su proyecto #ciendecien, y que ahora cuenta como una de sus autoras favoritas: Alfonsa de la Torre.

Alfonsa de la Torre encajaría, por su edad, en la primera generación de posguerra con autores como Gloria Fuertes o Blas de Otero. Aunque su estética poética no tenía tanto que ver con la de esta generación como con el raro surrealismo de Juan Eduardo Cirlot o con el barroco casi físico del grupo Cántico.

También nos cuenta que, como le sucedió a tantas mujeres de su generación, Alfonsa de la Torre desapareció tras publicar su mejor libro, "Oratorio de San Bernardino", que hizo que Gerardo Diego la considerase la mejor poeta de su generación (incluyendo a hombres y mujeres). Aunque continuó escribiendo, apenas publicó algunos poemas y relatos durante los próximos 40 años. Tras su muerte, su hermano destruyó toda su obra inédita, su correspondencia (con Gerardo Diego, con Juan Ramón Jiménez, con Jaime Gil de Biedma...) y su biblioteca. ¿No os da algo así como 7 dolores leer esto, aunque no conozcáis a la autora y/o a su obra literaria?

Los poemas de Alfonsa de la Torre son pura imagen: se leen, pero sobre todo se ven. Y de ahí nace la propuesta para el reto de este día: escribir un poema trasmitiendo una sensación, y hacerlo con imágenes.

Yo he aprovechado las imágenes de un sueño que me lleva visitando dos noches para elaborar el poema de hoy.

En la luz de la noche
se abre sobre mi cama
una espiral
una caída libre
en la que una cara conocida
da vida al cuerpo de un maniquí pálido
da vida al cuerpo de un maniquí recubierto
de telas negras
de telas azul marino de terciopelo tosco
de telas blancas si son sedosas
una cara conocida dando vida
al cuerpo recubierto de telas formando
red entre ellas
red de telas que aprisiona
los brazos
el cuello
las piernas
el torso del cuerpo
al que la cara da vida
del cuerpo atado por telas
que bailan con el viento caliente
del horno que anida
al final de la caída
y arden con el viento caliente
del infierno que alberga
el fondo de la espiral
y que acaba con
mi cuerpo saltando de una cama
empapada en sudores.

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